El corazón, para funcionar,
necesita sangre, los pulmones necesitan aire, la boca necesita saliva, los ojos
necesitan luz, el oído necesita sonido... y el cerebro necesita cambio. Un
cerebro sin su mínima dosis de cambio es como un corazón que se queda sin presión.
Es el mayor problema del cautivo. El tiempo mismo se muere cuando no sirve para
medir un cambio. El tiempo lo crean los sucesos que se suceden en él. Del mismo
modo, el espacio lo crean los objetos que se extiende en él. La relatividad
general es compatible con esta idea. El espacio vacío carece hasta de sentido.
El tiempo vacío esta muerto. Curiosamente, llamamos matar el tiempo a llenarlo
de un mínimo de cambio. ¿Como proveerse uno de cambio? Cualquier método combina
estas dos formas puras: o permanecer fijos en un paisaje que se mueve
(conversando, por ejemplo) o moverse por un paisaje que permanece fijo
(viajando, por ejemplo). En cualquier caso, se trata de una cuestión de
movilidad. El ser humano es un animal creativo, pero cuanto más lo sea explícitamente
su oficio, más debe atender a su movilidad física y mental. Un museólogo científico
viaja por museólogo y viaja por científico, conversa por científico y conserva
por museólogo. He aquí el caso de un misterio suscitado y resuelto por cambio,
es decir, por viaje y conversación.
Primer acto. (Viajando). Años
ochenta en las ruinas de Ampurias (Girona). Durante la visita me sorprende ver cañerías
de plomo para el suministro de agua para las viviendas. Si varios siglos antes
de nuestra era los griegos tenían tecnología de tuberías. ¿por que hacían
acueductos los romanos? Una simple tubería para salvar cualquier
desnivel...Pregunto a ingenieros, arquitectos, historiadores... Ni siquiera
consigo que alguien se interese por la pregunta.
Segundo acto. (Viajando) Años
noventa en las ruinas de Pompeya (Nápoles). Confirmado. La acometida final del
agua por tubería se usa desde hace veinticinco siglos. Aprovecho cualquier ocasión
para insistir con la pregunta. ¿Por que construían acueductos los romanos?
Es mas un problema hidrostático
que hidrodinámico: ¿no sabían suficiente hidrostática? La presión depende del
desnivel: ¿era insuficiente su tecnología para evitar escapes? Un acueducto
tiene mas grandeza que una tubería: ¿será por eso? Un acueducto es mucho mas
caro que una tubería: ¿será por presupuesto?
Tercer acto. (Conversando).
Finales de los noventa. Tomo una copa con un arquitecto que ha visto y ha hecho
mucha arquitectura. Es Oriol Bohigas. ¡Por fin! No sabe la respuesta pero ¡le
interesa la pregunta! Ya somos dos viajando y preguntando. Dos años después, el
arquitecto Bohigas me confiesa que presume por todo el mundo con la pregunta. Alguien debe saber la respuesta. No hay prisa.
Cuarto acto. (Conversando y
viajando). Hemos cambiado de milenio. En la clausura de un acto en Italia.
Bohigas plantea la cuestión ante una audiencia de arquitectos atónitos. Los
asistentes empiezan a proponer y a descartar las soluciones de siempre ante la
mirada divertida del ponente. Y de repente, en medio del confuso bullicio, una
mano se levanta, autoritaria, al fondo de la sala. es un veteranísimo
arquitecto que ha esperado un instante de silencio para imponer su voz aflautada:
¡Io lo so! (¡Yo lo sé!). La solución no es tecnológica, ni hidrostática, ni hidrodinámica,
ni económica, ni política, ni estética...La solución, atención, ¡es química! Lo
que no sabían hacer los romanos es tratar el agua para que no se pudriera
estancada en condiciones anaerobias. Ningún problema para el último tramo que
distribuye el agua al usuario, pero imposible para los largos recorridos. En un
acueducto, en cambio, el agua fluye en condiciones aerobias, como en cualquier
arroyo.
Curiosamente, la ignorancia química
de los romanos también les salvo de saber que el plomo es tóxico, por lo que
los acueductos, además de unas bellísimas construcciones, no eran tan mala solución
después de todo.
El gozo intelectual, Jorge Wagensberg